No somos los mismos de principio a fin, las vivencias que nos van ocurriendo y las experiencias que vamos adquiriendo marcan un antes y un después en nuestra manera de actuar, de pensar, de percibir todo lo que nos rodea, en definitiva, cambian nuestra forma de vivir la vida. Aprender a gestionar las emociones es fundamenta, en mi caso, bordar emociones es algo innato.
Los cambios dan mucho miedo, algunos son realmente aterradores, sobre todo los relacionados con la salud, pero no todos tienen una connotación negativa. Pueden ser enriquecedores y lo que marca la diferencia es saber adaptarse a ellos lo mejor posible. Apostar por lo que se me da bien y darle el valor que merecen los bordados junto con la combinación de textiles, es la forma que elijo yo para adaptarme a los cambios de este terrible 2020.
Mi vida ha dado un giro tremendo este año y con él, todo lo que hago ha evolucionado conmigo. Este proyecto es para mí:
Una vía de escape, una especie de clavo ardiendo. Puede salir bien o puede salir mal, pero al menos lo habré intentado. Puntadas a fuego lento hasta conseguir piezas artesanales creadas con mucho mimo, porque lo hecho a mano atrapa el momento personal de quien lo crea. Mi pequeño espacio de sensaciones bonitas. El resultado de lo que más me mueve ahora mismo, la creatividad emocional. Mi pequeña empresa. Pequeña, pero con un corazón enorme. Dar valor a lo artesano. Crear belleza. Bordar emociones.
El trabajo perfecto que me permite combinar la maternidad y la pasión por lo que crean mis manos.
Después de muchas idas y venidas, por fin puedo decir que Gentzane Landa es mi marca personal y ya tiene hasta web propia. Es un negocio pequeñito pero de gran corazón, que pone atención a los detalles, al cuidado del material y respeto absoluto por el proceso creativo y la mano de obra artesanal.
La tienda no tendrá tanto stock como me gustaría debido al ritmo actual al que puedo crear las piezas con estas dos manos, pero por fin es oficial y para mí significa un gran paso. Ojalá algún día mis hijos echen la vista atrás y se sientan orgullosos de su madre, y si no, no pasa nada, porque esto también lo hago por mí, por recuperar esa parte laboral de mi vida que tenía en un necesario paréntesis.
Regalar algo hecho a mano que no haya sido fabricado en serie es algo único, diferente y especial.
Las piezas hechas a mano tienen alma, atrapan el momento personal de quienes las crean, por eso son tan especiales. Tristeza, alegría, calma, incertidumbre, felicidad, ilusión, esperanza, amor. Son sentimientos que se perciben en la tensión del hilo y en la delicadeza de las puntadas, se deshacen a través de las manos y quedan atrapados entre la tela y las hebras de colores. Bordar emociones es mi especialidad.
Gracias por entender que mi trabajo tiene valor y requiere mi tiempo, esfuerzo y conocimientos. Gracias a tod@s l@s que apostáis por la calidad, lo cercano, lo artesanal, a l@s que valoráis al artesano y los materiales. Si me buscáis, me encontraréis bordando emociones a mano, o en Instagram. Y si os apetece decirme algo, siempre podréis poneros en contacto conmigo a través del formulario, que intentaré contestar lo antes posible.

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